domingo, 15 de mayo de 2011

Un mañana cualquiera

Ese día en el café no había nada especial, ni siquiera estaba la moza que tanto le gustaba. Se entretenía pensándose como a uno de esos marineros que tienen una mujer en cada puerto, y por eso siempre se fijaba en una por cada lugar que frecuentaba. Claro que sus aspiraciones eran enormemente más pequeñas, lo cual se debía a dos cosas. La primera es que sus "puertos" no eran más que algunos rincones de la ciudad, por lo general chicos y silenciosos. Y segundo por que él, a diferencia de ese marinero rudo y fuerte, nunca se hubiese atrevido a decirle a ninguna, ni tan siquiera, que la miraba de una forma diferente al resto.