sábado, 9 de julio de 2011

Volver a las raíces

“Mientras apoyo el libro de Kapuscinski en la mesa y mojo una medialuna en el café pienso algunas cosas. Ideas que se amontonan y que ahora intentan ser un texto más o menos coherente. Recuerdo algunas cosas y veo notas enteras que jamás serán excritas. Historias y anécdotas que seguramente en algún momento estuvieron en el lugar que ahora están estas líneas. Ese lugar es el de “próximo a ser escrito”. Ese espacio es confortable pero peligroso porque después de un tiempo deja escapar algunas cosas hasta que sólo queda una vaga y tonta línea que no merece ser escrita. Así han pasado al olvido interminables ensayos, novelas apasionantes y crónicas de todos colores.

Pero hoy es disntino, pienso. Quizás llegó el momento de volver a escribir, aunque más no sea para mantener la pluma caliente como solían decir los viejos profesores, hoy reemplazados por los gurues y los periodistas de escritorio.

Han pasado ya varios meses de que me instale en la Capital. Han pasado personajes, disfraces y máscaras que sólo sirvieron como camino para volver a las raíces. Esquivarle a la nostalgia siempre es un acto reflejo, pero cómo hacerlo es una cuestión de difícil resolución. Creo que retomar Kapuscinski es una forma de hacerlo. Él, creo, me devuelve a ese lugar donde me siento cómodo. A la relación con mi viejo, a mi casa, al café en la cocina con mi perro dando vueltas alrededor.

Es sábado pero el sentimiento es extremadamente dominguero. Quizás por eso escribo, para escapar a la soledad, a esa que acecha hace tiempo y a la que de a poco le voy haciendo un lugar”.

Todo eso pensó Salvador antes de dormirse.