domingo, 26 de diciembre de 2010
El próximo posteo
viernes, 17 de diciembre de 2010
Café y Dostoievski
-- Un cortado con dos medialunas. Gracias
Era temprano y en ese bar, en el interior de una galería, había poca gente. Un viejo café, ahora renovado y decorado con imágenes en blanco y negro. Cantantes, escritores, pintores y largo etcétera que incluía actrices y deportistas. Siempre se sentía a gusto allí. El movimiento era escaso y, al estar alejado de la calle, el ruido también era poco. Además, en aquel lugar parecían destacar el silencio. Nada de radios, nada de televisores. Quienes usaban computadoras o teléfonos parecían aceptar esto ya que intentaban ser lo más discretos posibles.
Allí estaba Salvador. De buen humor pero tranquilo, esperando su pedido. Mientras, ojea el diario, mira algo de política y algo de espectáculos, chequea la agenda para ver si alguna obra o alguna película lo convencen de salir de su casa. Nada, por lo menos hasta el momento.
Salvador conoce a casi todos. Desayuna en el mismo lugar hace más de un mes, cuando empezó a trabajar a la vuelta. Pero ese día había alguien nuevo, un tipo que no llamaba demasiado la atención. Sentado en una esquina, vestido con un pulóver oscuro y pantalón de vestir. Estaba abstraído, mirando uno de los cuadros. Salvador se distrajo un rato mirando al nuevo e imaginando posibles historias, algunas más posibles que otras. Primero fantaseó un poco por relatos totalmente inverosímiles. En seguida, cayó en uno de los tantos personajes de Dostoievski, discretos, mediocres, para nada relevantes, un antihéroe. O un burócrata, que es lo mismo. Un administrativo, de esos que acá, en la ciudad, proliferan.
A pesar de esta carga negativa que Salvador le dio al desconocido, sintió que algo lo unía a él. En realidad lo unía al personaje que el había creado. Pudo ser el libro que tenía en las manos (del que no llegó a leer el título) o quizás el cortado con dos medialunas. Tal vez, y esto fue algo que lo angustió momentáneamente, lo que se relacionaba entre ellos era su falta de protagonismo. Él sabía que jamás fue indispensable y que tampoco lo sería. A menos que pase algo demasiado extraño, lo cual estaba claro que no iba a suceder.
-- Su pedido señor.
La llegada del mozo lo sacó de sus pensamientos. Miró el reloj, todavía faltaban unos quince minutos para su entrada.
El hombre de la esquina se paró y se fue. Salvador se quedó pensando un momento más. En él, en ellos y en su café con medialunas.