lunes, 25 de octubre de 2010

Concretar

Madre, estoy cansado de no cansarme – le dijo, en tono a la vez zumbón y triste.*

Otra vez, como no hacía mucho, volvió a renunciar. Pero en esta ocasión, el abandono fue, casi, antes de empezar. Siempre encontraba una razón que lo dejaba satisfecho. Al mismo tiempo, en una especie de formación sedimentosa, cada alejamiento le dejaba un tinte amargo. Así, luego de que perdiera la cuenta de las veces que había dejado las cosas por la mitad, el sentimiento negativo se hizo llamativa e inquietantemente grande.

Que vaya a hacer terapia le habían dicho. Si, lo hizo un par de veces. Pero entonces, sus prejuicios y sus juicios acerca de la estupidez de la doctora terminaron por quitarle el momentáneo entusiasmo.

Hablar, con quien hablar. Se sentía sólo en estas cosas. Sus amigos, compañeros irremplazables a la hora de reír y emborracharse no lo comprenderían. Al menos eso es lo que él pensaba. Varias veces había compartido su pensar con ellos pero no creyó encontrar la respuesta esperada. También esto era un tema de debate interno, quizás se pensaba superior a los demás sin motivo alguno.

¿Qué había hecho él para ser considerado mejor a otros? ¿Acaso leer algunos libros y dársela de librepensador le había servido alguna vez para algo? Por las noches, cuando pensaba y monologaba en silencio, se preguntaba por qué ningún trabajo le gustaba ¿Era realmente un vago? Quería creer que no y que el problema pasaba por otro lado. Tal vez estaba buscando el trabajo perfecto, ese que, internamente, sabía que no existía.

Yo elegí ser filósofo porque no me gusta el trabajo físico le dijo una vez un pariente que había muerto cuando él era un niño. Algo que lamentaba profundamente ahora que tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas.

¿Aprender guitarra? ¿Volver a hacer radio? ¿Mejorar el inglés? Todas esas actividades, de a una por vez, rondaban por su mente e incluso contaban con cierto y repentino entusiasmo. En seguida, el brote de excitación se veía sofocado. ¿Para qué empezar si se que lo voy a dejar al poco tiempo, para qué exponerme a una nueva frustración? repetía cada una de las veces.

Demasiadas preguntas y demasiados peros vio en su mente y se le ocurrió que ese podría ser la razón por la cual nunca hacía nada.

Te contestaré que no hay nada perdido, absolutamente nada. Lo único que te ocurre es que no concretas.*

* Un hombre, J. M. Gironella

4 comentarios:

  1. Que gran post, voy a confesar que a veces me pasa, estoy lleno de cosas que quiero hacer y después me aburren. Creo que es un mal muy frecuente en la gente en general y nadie se da cuenta, me perece perfecto que lo trates en este relato, a veces mirarse al espejo y ver que a otros también le pasa este tipo de situaciones hace que uno pueda sentirse menos solo y en medio de eso arrancar de una vez. No se si se entiende le concepto (?)

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  2. Es culpa de nuestra educación universitaria q nos pinta un futuro laboral inexistente. No podemos vivir de nuestras opiniones/expresiones!

    jaja

    Deja de andar depierto toda al noche y aparece apra estudiar!

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  3. Clap clap!! me pasa mucho, pero trato de obligarme a hacerlo porque es necesario para mi vida. Muchas veces me dejo estar y el proyecto que tenía en mente queda en la nada.

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  4. Seba, tal cual, siempre viene bien saber que otro tiene inquietudes parecidas a las de uno. Justamente eso me pasó leyendo el libro que cito.
    Ce, aunque creo que nuestra formación influye en este tipo de cuestiones, no lo veo como algo negativo. Todo lo contrario, creo que el hecho de replantear cosas está bien. Aunque bueno, eso a veces paraliza y es ahí cuando se transforma en un problema.
    Chris(?) eso de obligarse está bueno, pero no siempre resulta. No se, son deciciones (?)

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